Ruego de Juvenal: mens sana in corpore sano.

Nil ergo optabunt homines? Si consilium vis,
Permittes ipsis expendere numinibus, quid
Conveniat nobis, rebusque sit utile nostris:

 

Nam pro jucundis aptissima quæque dabunt di.
Carior est illis homo quam sibi. Nos animorum
Impulsu, et cæca magnaque cupidine ducti,
Conjugium petimus, partumque uxoris; at illis
Notum qui pueri, qualisque futura sit uxor.

 

Ut tamen et poscas aliquid voveas que sacellis
exta et candiduli divina tomacula porci,
orandum est ut sit mens sana in corpore sano.

 

Fortem posce animum mortis terrore carentem,
qui spatium uitae extremum inter munera ponat
naturae, qui ferre queat quoscumque labores,
nesciat irasci, cupiat nihil et potiores
Herculis aerumnas credat saeuosque labores
et uenere et cenis et pluma Sardanapalli.

 

Monstro quod ipse tibi possis dare; semita certe
tranquillae per uirtutem patet unica uitae.
Nullum numen habes, si sit prudentia: nos te,
nos facimus, Fortuna, deam caeloque locamus

Si quieres un consejo
deja que los dioses aprecien por sí mismos
qué sea más proporcionado
a nuestra conveniencia y a nuestra utilidad.

En lugar de cosas agradables
los dioses nos darán las más adecuadas
pues el hombre les es más querido que a sí mismo.

Dejándonos arrebatar por los impulsos de nuestro ánimo,
y guiados por nuestra ciega y desmesurada codicia,
queremos casarnos y que nuestra mujer nos dé un hijo.
Pero ellos saben cómo habrán de ser tales hijos y tal esposa.

Sin embargo, ya que has de pedir algo y ofrecer en los santuarios
las entrañas y los sagrados embutidos de un cerdito blanco,
imploremos una mente sana en un cuerpo sano.

Pide un ánimo vigoroso que ignore los terrores de la muerte
y enumere entre los dones de la naturaleza el último estadio de la vida,
que pueda sobrellevar todos los padecimientos,
no conozca la ira, nada desee,
y prefiera las aflicciones y duros trabajos de Hércules
a la lujuria, los banquetes y los cojines de Sardanápalo.

Te estoy señalando bienes que tú mismo podrías proporcionarte.
En verdad el único sendero que conduce a una vida tranquila lo abre la virtud.

Donde está presente la prudencia desaparece tu poder;
nosotros ¡oh Fortuna! nosotros te hacemos diosa y te colocamos en el cielo.

Juvenal. Poeta latino (42-120 d.C)