Un cuento chino

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-¿Dices que ha visto un dragón? – preguntó interrumpido en su estudio el venerable maestro Long Shu.
– Así se cuenta – respondió el maestro Chan.
Los dos adeptos se miraron profundamente a los ojos.
– ¿Pero él no es un hombre-dragón? – dijo Long Shu refiriéndose a la práctica avanzada de la magia.
– Es un tigre, aún desconoce la profundidad de las cosas. Sin embargo sus actitudes no desmerecen el honor que se le ha entregado – respondió Chan.
-Iremos a verle- aceptó la invitación Long Shu.

El encuentro de un humano con un dragón había ocurrido en las más apartadas zonas del lugar, en un lugar salvaje e incivilizado.
Es decir, en plena naturaleza.
Los dos maestros de magia se ataviaron para la ocasión y salieron de sus casas informándose por el cámino del lugar exacto donde había ocurrido el suceso. Finalmente llegaron a una montaña donde un joven vivía con su familia.
-Eres tú Wu Chi ?- preguntó con decoro el maestro Chan.
El joven miró a los dos magos y les reconoció por sus señales.
– Sí, soy yo. ¿A qué debo el honor de vuestra visita? – respondió con curiosidad.
– Dicen que has visto a un dragón – respondió el venerable maestro Long Shu.
El joven se les quedó mirando y se encogió de hombros. Luego señaló hacia el cielo y dijo:
– Por allí volaba .
Los dos magos se quedaron mirando muy fijamente a Wu Chi. Luego miraron hacia donde señalaba el dedo del muchacho y sonrieron.
– El Cielo guarda la Tierra – recitó uno.
– La Tierra a sus criaturas – respondio el otro.

Los dos magos hicieron una cabaña cerca de la casa del joven y su familia, y se dedicaron a mirar al cielo. Mientras más miraban más quedaban asombrados de la enormidad de luces que brillaban en él.
– ¿Crees que un hombre puede contar todas las estrellas del cielo? – le preguntó una vez Long Shu a Wu Chi.
El joven por toda respuesta tomó un puñado de arena y se lo mostró con la mano extendida.
– ¿Crees que un hombre contaría los granos de arena? – contestó.
Chan sonrió y cogiendo el puñado de arena lo sopesó.
– Por el peso puedo saber cuantos granos hay – respondio sonriente.
– ¿Pero qué hombre puede tomar en su mano el cielo estrellado? – contestó rápido Wu Chi.
Los dos magos asintieron con la cabeza y callaron.

Otro día lo abordaron cuando sacaba agua del pozo.
– ¿Sabes tú cual es el camino de este corriente del dragón? – comentó Long Shu.
El joven subió el cubo de agua y se mojó la cara. Luego sonrió.
– Lo desconozco, pero sentí que por aquí pasaba el agua y aquí hice mi pozo- contestó.
Long Shu se mesó la barba y asintió.

Finalmente un día se marcharon los magos y respetuosos fueron a darle su parecer al joven.
– Creemos que el dragón quiso conocerte, por lo que tú eres uno de nuestros miembros.
Y así le hicieron el obsequio de su clan y se marcharon rumbo a su casa.

Pasado el tiempo un tarde el maestro Chan miró la ventana de la escuela y sintió el chi de la naturaleza.
– Parece que el dragón nos visitará esta noche – comentó al venerable maestro Long Shu.
Este asíntió levemente, hacía tiempo que había sentido el cambio del chí en el jardín.
– Creo que lo mejor es que preparemos te por si viene alguna visita – sonrió el anciano levantandose para ir a la cocina.
El maestro Chan parpadeó ante aquella idea. Lo más lógico era que precisamente no apareciera nadie al fin del día, pero se abstuvo respetuosamente de hacer dicho comentario.
Ya cuando el Sol se ponía comenzaron a reunirse grandes nubes negras, que se fueron instalando en aquel lugar. El maestro Chan sonrió satisfecho por haber sentido la presencia del dragón antes de que asistiera, y esperó complacido el momento del nacimiento . Agradeció con un gesto el té que le ofreció el venerable maestro Long Shu y se dispuso a acomodarse para la velada.
– Está muy bueno – asintió aún más complacido Chan ante la caliente bebida.
Long Shu asintió mirando fijamente a un punto. A lo lejos aparecía la figura de un hombre que se dirigía con agilidad y ánimo en dirección a la escuela.
– No parece tener miedo a lo que se avecina – comentó Chan al mirar a su vez.
Long Shu sonrió y lanzó su sentido hacía el chi del visitante. Al presentirlo su sonrisa se hizo una carcajada. Al instante el rayo apareció y un trueno retumbó en el cielo. El agua comenzó a llover con fuerza y entusiasmo.
Wu Chi se acercó hasta el portal de la casa y saludó con gracia a los dos maestro de la escuela.
– Vengo a aprender – dijo respetuosamente.
Los dos sabios se miraron mutuamente, emocionados ante aquella visita.
– En verdad que resultas ser un amado del Dragón – comentó uno de ellos agradecido.
Long Shu se levantó y saliendo del portal se mojó junto al muchacho. Miró hacia el cielo feliz,dejando que el agua corriera por su cara.
– Hacía tiempo que te esperaba – dijo y haciendo un gesto le invitó a entrar en la escuela.

¿Cual crees que es la naturaleza del dragón? – le preguntó Chan en una de las lecciones.
Wu Chi hizo el gesto del dragón volando, simbolizando con ello la energía ondulante. Chan asintió y volvió a preguntar.
– Me hablas del chí, yo te pregunto por su idiosincrasia particular .
El joven discípulo parpadeó un momento sorprendido por la pregunta y quedó callado un largo instante.
– La suya propia – contestó finalmente.
Chan estalló en una carcajada.

Long Shu paseaba por el jardín de la escuela, contemplaba gozoso el relevo generacional que permitía que su presencia pudiera hacerse cada vez más discreta. Sentía que su chi se unía al chí de los presentes, en una comunidad inteligente de proyecto y esfuerzo, y eso le hacía rejuvenecer.
Víó a Wu Chi que salía de su clase y haciendo un ligero gesto le invitó a venir. El joven sonrió y se acercó al estanque donde el venerable maestro contemplaba el juego del agua .
-¿Qué has aprendido hoy joven tigre? – le preguntó cortés.
Wu Chi se rascó un momento la cabeza e hizo un simpático encogimiento de hombros.
– Me he olvidado – contestó.
Long Shu asintió suavemente y miró el reflejo del joven en el agua.
– ¿Acaso el dragón no es sabio por naturaleza? – interrumpió su contemplación el joven.
El venerable maestro parpadeó y miró a los ojos de Wu Chi.
– ¿Acaso no es el tiempo natural? ¿No forma a todas las criaturas vivientes haciendo de su impulso original la realización de su ser en su discurrir?
– ¿Acaso no soy yo ahora? – le contestó Wu Chi.
– ¿Acaso no eres el que serás?

Pasados los años Wu Chi consiguió el honor de maestro y marchó de la escuela rumbo a su lugar natal.
Allí se casó, tuvo hijos y vivió. La gente del lugar pudo así tener su propia escuela.
¿No es acaso esto natural?
En los ojos de Wu Chi siempre habitó el destello producido por el viaje del dragón en la noche de infinitas estrellas .